Ahorrar energía es una medida de consumo que debe dejar de ser una opción considerada «ecofriendly», novedosa o alternativa, y pasar a ser un hábito generalizado y completamente implantado en la conciencia de todos los consumidores. No debemos olvidar que para producir energía, si no es a partir de fuentes renovables, se gastan una enorme cantidad de combustibles fósiles que son finitos y cuyas reservas ya se están terminando, y muy contaminantes debido, principalmente, a la emisión de gases de efecto invernadero.
Por suerte, como consumidores, podemos adoptar una serie de hábitos y cambios en nuestra manera de consumir energía para ahorrar. De ese modo no solo ahorramos dinero al reducir nuestra factura de luz, también miramos por el bienestar del medioambiente. Pero tampoco debemos olvidar que el ahorro no se ciñe al ambiente doméstico; también es posible ahorrar energía en el trabajo.
Prácticas para ahorrar energía en el trabajo
Lo primero y más importante para promover el ahorro de energía en el entorno laboral es llevar a cabo campañas de información y formación sobre las diferentes formas de ahorro y cómo llevarlas a cabo de forma eficiente y exitosa. Unos conocimientos bien cimentados facilitarán un cambio en los hábitos de consumo de forma natural.
Antes de lanzarte a implementar medidas y realizar cambios a lo loco, es muy recomendable acudir a un profesional de la eficiencia como es el asesor energético. Esta figura es la responsable de gestionar todo aquello relacionado con el consumo energético de una empresa para asegurar la eficiencia y el ahorro energético, incluyendo prácticas de consumo y la instalación de dispositivos e infraestructuras más eficientes —por ejemplo, la instalación de una flota de coches eléctricos—.
Sustituye progresivamente todos los dispositivos electrónicos por versiones mucho más eficientes energéticamente —identificables gracias a la etiqueta energética como clase A, A+, A++,…— o con un modo de ahorro de energía. Además, no olvides apagar o directamente desconectar aquellos que no se utilicen durante una hora o más; muchos de ellos, aunque estén aparentemente apagados, poseen un modo «standby» que sigue consumiendo energía. Varios ejemplos podrían ser las fotocopiadoras, las impresoras o las pantallas de los ordenadores.
Y hablando de pantallas de ordenadores, para ahorrar energía conviene establecer como salvapantallas la opción de la pantalla en negro. Esta opción es la que menos energía consume, y si además estableces que el salvapantallas se active tras 10 minutos o menos sin uso, el ahorro de energía aumenta mucho más.
En lo que a luz respecta, puedes proponer sustituir la luminaria tradicional de la oficina por bombillas led, una tecnología mucho más eficiente y duradera de iluminación. O, en cualquier caso, intentar prescindir lo máximo de la iluminación artificial y aprovechar al máximo la luz del Sol, acondicionando tu lugar de trabajo de cara a aprovechar ese recurso natural al máximo —grandes ventanales, la posición del escritorio,…—.
Por último, ya sea invierno o verano, los sistemas de calefacción y el aire acondicionado deben establecerse entre los 21 y los 23 grados, y entre los 24 y los 25 grados respectivamente para hacer un uso eficiente de ellos y poder ahorrar energía en la medida de lo posible.
Cómo ves, es muy sencillo ahorrar energía en la oficina: basta con informarse y concienciarse, adoptar una serie de sencillos hábitos responsables de consumo, cambiar algún que otro aparato y bombilla y, si es necesario, acudir a los servicios de un profesional de la eficiencia energética. Además, también puedes proponer cambiar la tarifa de luz de la empresa, y para ello dispones de comparadores de luz para averiguar cual es la que más se ajusta a vuestras necesidades.