Desde la popularización y democratización de los coches, el modelo de automoción y transporte basado en el motor de combustión interna se ha mantenido en la cima, adoptando una postura casi paradigmática. Pero parece que el reino de los combustibles fósiles está llegando a su fin; lo que una vez se consideraba casi como la opción natural, obvia o por defecto, se enfrenta a una propuesta de ley que supondrá, entre otras cosas, el fin de los coches diésel.
Los gobiernos de los principales países de la Unión Europea parece que por fin se han hecho eco de las graves consecuencias que tiene la extracción y el uso de combustibles fósiles para el medioambiente, el clima y nuestra salud y la de todas las especies que conviven en el planeta Tierra. Ante la amenaza del cambio climático, estos gobiernos han desarrollado una serie de políticas de transición energética de carácter tajante.
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Un poco de historia
Pero antes de entrar de lleno en el fin de los coches diésel, repasemos el origen del que una vez fue un motor revolucionario.
El motor de los coches diésel fue desarrollado por el ingeniero alemán Rudolf Diésel en 1893. El principal objetivo de Rudolf era reemplazar los anticuados y engorrosos motores de vapor gracias al uso de combustibles alternativos a la gasolina en motores de combustión interna; en definitiva buscaba un motor de un mayor rendimiento térmico, es decir, una mayor eficiencia en cuanto a la energía obtenida a cambio de una determinada cantidad de combustible.
Finalmente, en 1987, la firma para la que trabajaba el ingeniero alemán produjo el primer motor de acuerdo a las investigaciones de Diésel.
El fin de los coches diésel
En el borrador de la Ley de cambio climático y transición energética que presentó el Gobierno se recoge que a partir de 2040 no se permitirá vender ni matricular en España coches que emitan CO2 —entre los que se encuentran dichos coches con motores diésel y de gasolina—. Esta ley, que supondrá el fin de los coches diésel, va aún más allá: para el año 2050 estará prohibida incluso la circulación de este tipo de coches con emisiones directas nocivas.
Además de estas prohibiciones, el borrador también exige que los municipios con más de 50.000 habitantes cuenten con zonas de bajas emisiones antes del 2023 y que las gasolineras instalen puntos de recarga eléctrica.
Por su parte, Reino Unido y Francia también han lanzado propuestas muy similares en cuanto a medidas y plazos de tiempo. Destacan países como Dinamarca o Alemania, quienes pretenden alcanzar el fin de los coches diésel para el año 2030, o 2025 en el caso de Noruega.
Evidentemente, la propuesta del Gobierno español no está exenta de polémica. Por un lado, organizaciones ecologistas como Greenpeace la tachan de poco ambiciosa, mientras que la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles, Turismos y Camiones la acusan de ser excesiva y que perjudicará a la industria del automóvil y a muchos de sus trabajadores.
La alternativa más ecológica y eficiente
¿Qué podemos hacer nosotros, como ciudadanos, ante el fin de los coches diésel? La solución siempre ha estado ahí: modelos de transporte y automoción alternativos y respetuosos con el medioambiente, basados en la tecnología y las energías renovables.
Una de las formas más recomendadas y ecológicas de desplazarnos es el uso del transporte público alimentado por la electricidad, entre los que encontramos diferentes tipos de autobuses y trenes.
En lo que se refiere a vehículos personales, el futuro de la automoción se encuentra en los coches con uno o varios motores eléctricos, alimentados por baterías recargables y energía renovable. Sin embargo cabe aclarar que los coches híbridos quedarían fuera de esta categoría y también estarían prohibidos por emitir CO2.
Gracias al borrador de la Ley de cambio climático y transición energética, cada vez estamos más cerca del fin de los coches diésel y de un futuro en el que primen la eficiencia, las energías renovables, el desarrollo sostenible y el respeto por el medioambiente.