A menudo, oímos hablar de la necesidad de realizar una transición energética y vemos medidas de los entes públicos destinadas expresamente a este fin pero ¿sabemos qué exactamente?
Entendemos transición energética como un cambio del actual modelo de energético. Se trata de abandonar las formas convencionales de producir energía e implementar nuevas formas de generación donde la energía empleada provenga de fuentes renovables. También implica concienciar sobre el uso responsable y sostenible de ella y establecer pautas de eficiencia energética.
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¿Por qué urge una transición energética?
El consumo descontrolado, los procesos productivos convencionales y las distintas actividades que realizamos han llevado al planeta a un estado crítico. Es de la necesidad de salvar la Tierra donde surge la transición energética.
La Tierra tiene un límite para generar recursos y lo estamos viendo con el agotamiento de los combustibles fósiles. En este sentido, es imprescindible aplicar las nuevas formas de generación de energía derivadas de las fuentes renovables.
Desde la Unión Europea se han marcado una serie de objetivos extrapolables a los diferentes estados en el marco del clima y la energía para establecer la eficiencia energética como un deber y no como algo opcional que otorga distinción.
Así, para 2020, 2030 y 2050 se han establecido una serie de metas centrada sobre todo en la reducción de las emisiones de CO2 a la atmósfera así como un mayor peso de las fuentes renovables en la producción de energía.
Camino a seguir para la transición energética
Desde los distintos actores públicos se han lanzado políticas para empezar la transición energética. En España, por ejemplo, “el sistema energético ha iniciado un proceso de transición hacia un nuevo paradigma caracterizado por la descarbonización, la descentralización de la generación, la electrificación de la economía, la participación más activa de los consumidores y un uso más sostenible de los recursos” según recoge el Real Decreto-ley 15/2018, de 5 de octubre, de medidas urgentes para la transición energética y la protección de los consumidores.
Veamos qué cambios implica esta transición energética.
Adiós al carbón
El carbón ha sido y es una de los principales recursos empleados para la producción de energía y uno de los principales responsables de la contaminación y por tanto del cambio climático.
La centrales térmicas de carbón emiten toneladas y toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera causando incluso problemas de salud como enfermedades respiratorias.
Cierre de centrales nucleares
El principal problema de la energía nuclear es el tratamiento de los residuos que se generan en la producción de electricidad. La huella que queda de este tipo de energía es muy nociva para el entorno. Por no hablar de los accidentes que se han producido a lo largo de la historia con consecuencias fatales para la humanidad.
Para realizar la fisión nuclear se requiere de uranio cuya extracción ya implica un deterioro ambiental, pues se estima que para obtener un 1 kilogramo de uranio es necesario remover más de 190.000 kilogramos de tierra.
Mayor peso de las energías renovables
Uno de los conflictos que surge cuando se plantea abandonar el uso del carbón o el cierre de las centrales nucleares es que como se cubrirá la demanda de energía a partir del momento en que esto ocurra.
La respuesta está en otorgar más peso a las energías renovables cuya capacidad de producción energética es mucho mayor que la hasta ahora explotada.
Así, uno de los principios fundamentales de la transición energética es la implantación de las fuentes renovables como única alternativa para obtener energía
En España, por ejemplo, contamos con unas condiciones climáticas muy favorables para la producción de energía solar o eólica sin embargo, la implantación de estas tecnologías y lenta y en muchos casos se ve afectada por distintas trabas burocráticas como es el caso del antiguo y por fin eliminado ‘impuesto al sol’.
Por tanto, se requieren más inversiones y más incentivos que hagan atractivo el uso de energías renovables lo que “permitirá a los consumidores consumir una energía más barata y menos contaminante”.
Fomentar el autoconsumo
Ligado a la necesidad de que las energías renovables deben asumir un mayor protagonismo en la cobertura de la demanda energética total, viene el autoconsumo.
El autoconsumo, como ya hemos explicado otras veces, consiste en la producción individual de energía con el fin de reducir el importe que habitualmente se abona a las comercializadoras por el suministro así como consumir una energía limpia, sostenible y que respeta el medioambiente.
En conclusión, estas son algunas de las modificaciones que implica la transición energética. Todas tienen en común el cuidado y protección del medioambiente.